Luego de la separación de los enormes Oasis, pasaron muchas cosas alrededor de los hermanos Gallagher. Al margen del culebrón mediático, del cual nunca sabremos si es 100% real o lo armaron premeditadamente entre especialistas de márketing, ambos dos arrancaron en sus propias direcciones y con buenos resultados. El viernes 4 por la noche, el menor de los Hermanos Macana se presentó en el GEBA con sus Beady Eye ante una multitud. Y no defraudó para nada.
Tras el elegante show de Goldfrapp en el escenario contiguo, la expectativa para ver a Liam con sus Beady Eye era muy grande. La lluvia nos habia dado un respiro rogado, tras el tremendo aguacero que nos regaló San Pedro durante el set de los White Lies. Todo preparado. Con los Stone Roses a todo volumen como cortina (YO Soy la Resurrección, Noel!), los protagonistas salieron a escena casi puntuales con un Liam arropado en una parka guerrera de su propia factoria, Pretty Green.
El show en sí fue como un tobogán: los primeros tres temas con un sonido bajo y pastoso, que luego fue corregido desde las consolas, pero con una fuerza propia de quien quiere llevarse todo por delante. Teniendo en cuenta que en vivo Beady Eye no toca ni uno de los temas de Oasis (¿orgullo valorable o imposición legal del autor de casi todo?), es más que remarcable que el set se transforme en una muestra rockera enteramente ajustada al disco debut. La banda suena monolítica y prolija, sin ningún tipo de virtuosismo de parte de sus componentes, salvo algún punteo brilloso de Andy Bell o el buen desempeño de Chris Sharrock en los parches.
Pero el gran protagonista es EL: Liam se come el escenario, con esa pose marca registrada mezcla de arrogancia a prueba de balas con una demagogia lanza-besos moldeada para la ocasión. El mancuniano es un frontman renovado que entendió que debía empezar de abajo otra vez, y lo bien que lo lleva adelante: el público muere por él, y no le importa si el gesto de envolverse en una bandera argentina no le vaya mucho en saga. Bien de voz, Liam Gallagher se sacó un 10 en actitud y con ello estuvo todo pago.
En el debe, algunas apostillas muy subjetivas: Different Gear, Still Speeding fue lo esperable de una banda sumamente dependiente de Noel desde lo compositivo. A falta del creador de melodías, le faltó algún ingrediente y es lógico. Eso mismo, lo podemos trasladar al vivo como con un papel de calcar. A Beady Eye le falta algo, pero a Liam le sobran huevos. Un buen show para ver y escuchar, super rockero y con una buena puesta en escena. Conocen muy bien el oficio y lo hacen con la suficiencia de quien tiene muy caminada la cancha. Del setlist, se destacan cinco o seis temas que en estadios suenan geniales (Millonaire, The roller, The beat goes on, Bring the light, el cover de Sons of the stage).
Así como en 1988 Johnny Marr abandonó The Smiths y el futuro de Morrissey solista era toda una incógnita, Liam Gallagher se desmarcó pronto y le (nos) tapó la boca a todos. Primero sacando un disco digno, y ahora mostrándonos en la cara cuán fuerte puede sonar, y qué simpático y educado puede ser cuando quiere y le conviene.
Gus Giorgi
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